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Reflexiones sobre marketing de retail y fabricantes, tras 29 años en una empresa líder de retail y en colaboración con un gran número de fabricantes.


lunes, 23 de marzo de 2015

Lo que no se mide, imposible de mejorar.



Evitemos la técnica del avestruz.




Es bastante común encontrarnos con gente que manifiesta sus reticencias a la medición, sino lo muestra de una forma explícita y abierta, lo hace con sus decisiones, comportamiento, actitud, etc. con predisposición a no querer saber más de lo “aconsejable”, prefiriendo vivir en  una burbuja, aislados de una a veces ingrata realidad, es lo que podíamos definir como técnica del avestruz

Trasladar dicha actitud en lo personal, que yo en principio no defendería, a lo profesional, a la gestión empresarial, me merece como mínimo el apelativo de irresponsable, jugando premeditadamente a la ruleta rusa y en la que conforme lo alargamos en el tiempo vamos llenando el tambor de posibilidades de fracaso.

La razón de la medición, no necesariamente tiene como función el detectar los errores, los puntos de mejora, que también, sino el descubrir un amplio número de puntos fuertes en los que apoyarte y sus posibilidades de negocio. Además de ampliar nuestras metas, que de otra forma tenderían al estancamiento.

Hay tres premisas en relación con la medición, que ya enumero  William Thomson, Lord Kelvin, conocido físico famoso entre otras cosas por el desarrollo de la escala de temperatura que lleva su nombre,  que siempre debemos tener en cuenta :
  • Lo que no se define no se puede medir. La medición tiene que tener una referencia, un punto de partida. En la medida que este sea conocido y aceptado por los distintos actores implicados, mayor será su validez.
  • Lo que no se mide no se puede mejorar. No creo en las mejoras por generación espontánea y menos sin objetivos predefinidos.
  • Lo que no se mejora se degrada siempre. Esta premisa cierra el círculo, llevándonos a un bucle continuo.
En base a lo anterior, sería de desear la existencia en cualquier empresa de un departamento dedicado a la mejora de los procesos (obviamente adaptado al tamaño de la misma). Así como no olvidamos las tareas del día a día, como son el abastecimiento, producción, ventas, marketing, gestión, etc. la mejora de procesos debería tener cabida en la estructura organizativa empresarial. Bien de forma interna o como asesoramiento externo.

En dicha mejora de procesos, tendrían importancia capital la medición de los siguientes parámetros:
  • Medición del desarrollo de los procesos con respecto al estándar definido.
  • Comparativa de dichos procesos con sus equivalentes en el mercado, competencia, etc.
  • Medición del servicio que se ofrece a los clientes. (Percepción, Expectativa y Realidad siempre desde el punto de vista del cliente)
  • Comparativa y situación con respecto al mercado, competencia, sector, tendencia, etc.
  • Indicadores de gestión, resultados, y causas de los mismos.

Es desolador querer afrontar la mejora o fortalecimiento de una empresa, que carece de unos referentes mínimos con respecto a los parámetros reseñados, que no necesariamente tienen que ser complejos.

Al final se trata de saber QUE HAGO (mi negocio), COMO LO HAGO (mis procesos), POR QUE LO HAGO (mi mercado y mi competencia) y LOS RESULTADOS (desde el punto de vista del cliente, como me percibe y desde el punto de vista de la gestión empresarial, viabilidad del negocio)

lunes, 16 de marzo de 2015

Diferenciar que no discriminar a los clientes



Todos los clientes NO son iguales.



Uno de los temas más controvertidos, a la hora de hablar de la relación con los clientes es si debemos hacer una diferenciación entre ellos. La respuesta que nos surge de inmediato, es en sentido negativo, todos los clientes deben ser tratados por igual, al menos ese es el pensamiento de los que basamos el fundamento del éxito comercial en la búsqueda de la satisfacción del cliente.

Posiblemente esta reacción se debe a que solemos asociar y confundir, el concepto diferenciación del de discriminación

Evidentemente al cliente, cualquiera que sea su naturaleza, debe considerársele por igual, en la atención, trato, espíritu de servicio, etc. aquí no cabe la distinción entre malos y buenos clientes, ni siquiera y es uno de los errores más comunes, diferenciar entre clientes y potenciales clientes.

Una actitud contraria nos lleva a la discriminación que no a la diferenciación, con una conducta injusta hacia el cliente, al utilizar la rentabilidad comercial como argumento discriminatorio. 

Entiendo y defiendo la diferenciación comercial, como resultado de analizar a los clientes en función de rentabilidad, volumen de ventas, etc. siempre como una herramienta de gestión y que en ningún caso afecte a criterios de dignidad hacia el cliente, que solo nos llevará al más rotundo de los fracasos.

Aclarados los dos conceptos y centrándonos en la diferenciación del cliente desde el punto de vista comercial, está claro que:

  • No todos los clientes son iguales.
  • No todos tienen la misma contribución a la empresa, ni consumen los mismos recursos de ella.
  • Aplicando la conocida regla del 80/20, es más que probable que una pequeña parte de ellos (próximo al 20%) sean los que generen el 80% de las ventas, del beneficio.
  • Por el contrario, el restante 80% será el responsable de la mayoría de los costes en la cadena de montaje.

En base a todo lo anterior y en búsqueda de esa excelencia comercial, deberíamos estar obsesionados por descubrir, atender y diferenciar incluso si es el caso, a ese 20% óptimo para nuestro negocio.

Y también en averiguar qué es lo que estamos haciendo mal con el 80% restante (o bien con el 20% optimo), para conseguir equilibrar esa balanza. Debemos tener en cuenta que las motivaciones de ambos grupos, en su mayoría son coincidentes.